diumenge, 2 d’octubre del 2011

Supercopa: Real Impotencia

No hay forma de que nos ganen, y durante la pasada noche del domingo volvió a quedar comprobado. Fuimos testigos, una vez más, de cómo la impotencia quedó personificada en los jugadores del club antifútbol por excelencia; ese equipo que no duda en recurrir a las patadas, los golpes y la violencia más barriobajera para luego quejarse de los árbitros.

Podría parecer un tanto cómico, pero la pura verdad es que están tan absolutamente desesperados, desquiciados y obsesionados por ganarnos que no se dan cuenta -o no quieren hacerlo- de que lo único que consiguen con su comportamiento es quedar en ridículo ante todo el mundo, y lo que es peor, ante los pocos aficionados con dos dedos de frente que aún les quedan.

Y es que no les basta con provocarnos, pegarnos y acusarnos de teatreros, sino que aún tienen la poca vergüenza de quejarse de un árbitro -el señor Teixeira Vitienes- que parecía sufrir ataques de ceguera -o más bien covardía- cuando los jugadores azulgrana volaban por los aires. Después de ver el partido, a uno le viene a la mente una pregunta olvidada por la tranquilidad del verano, pero que, dadas las circunstancias, vuelve a aparecer con fuerza y a la fuerza: ¿sólo los culés nos damos cuenta de lo que pasa realmente?

Parece que los integrantes de la Central Lechera, junto con diversos medios de comunicación de toda España, se han empeñado en hacer creer al resto del mundo que nosotros somos los malos, los que nos tiramos al sentir contactos invisibles para el ojo madridista, los que nos dopamos y los que compramos árbitros, cuando la realidad es totalmente distinta. A lo que nosotros llamamos fútbol, ellos lo llaman falta de respeto, humillación, insulto, puesto que no soportan ver cómo sus flamantes y mediáticos ¿futbolistas? corren detrás de un balón -persiguiéndolo como perros- que el Barça cuida, mima y según ellos, secuestra. No es más que un mundo al revés que se han dedicado a crear para desviar la atención de su fracaso, y que las pobres personas sin personalidad ni sentido común se tragan con patatas.

Por suerte, aún podemos seguir riéndonos de su impotencia, y de cómo el peor Barça de la era Guardiola fue capaz de sacar un grandísimo resultado contra, según los merengues, el mejor Madrid de Mourinho. De ahí puede sacarse una conclusión clara y concisa: que aunque ellos jueguen al cien por cien y nosotros al cuarenta, un poco de Barça siempre es demasiado para el Madrid. Porque no hay verdad más cierta que el tiempo deja a todo el mundo en su sitio, y esa certeza va cumpliéndose año tras año, partido tras partido.

De todas formas, esperemos que este Barça mejore el miércoles y se parezca un poco más al que estamos acostumbrados. Sólo así se nos volverán a saltar las lágrimas de la risa al ver, recobrando la costumbre de los últimos tiempos, cómo el gato juega con el ratón y lo zarandea de un lado a otro antes de comérselo. Un ratón que, mientras corre sin saber adónde va, llora de la impotencia.



Un artículo de Carlos Domínguez

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